Corea del Norte inicia el año 2021 en un contexto internacional de mucha incertidumbre: fundamentalmente, la pandemia del covid-19, la nueva Administración norteamericana de Joe Biden y la posición de la propia Corea en el panorama internacional. Pero también hay elementos internos que serán importantes, como la economía o la posición que mantendrá Kim Jong Un tras diez años en el poder. Vamos a señalar los que consideramos los diez elementos que los analistas y periodistas deberían tener en cuenta y seguir con atención durante el próximo 2021, por cuanto pueden marcar el futuro a medio y largo plazo de Corea del Norte. Con este comentario iniciamos la primera etapa de este Observatorio 9-B de estudios norcoreanos que deseamos sea del interés y agrado de nuestros lectores. 

1º. Diez años de régimen de Kim Jong Un. 

Frente a los agoreros que le pronosticaban pocos meses o años en el poder o que vaticinaban que sería un líder “títere” secuestrado por su familia o algún clan del régimen, durante el 2021 se cumplirán diez años de Kim Jong Un en el máximo liderazgo de Corea del Norte, tras su fallecimiento de su padre en diciembre de 2011. Diez años no son pocos y pese a que ha habido momentos complejos, lo cierto es que por lo general ya no se duda sobre la relativa solidez del régimen de Kim Jong Un y de su posición en el tablero central del ajedrez del poder en Corea del Norte.  

Los presagios de colapso, golpe de estado, presidente “interino” o “breve”, lucha de clanes internos o una invasión desde el extranjero no se han cumplido y, los que han acontecido total o parcialmente –por ejemplo, la crisis con Jang Song Thaek en 2013- aparecen ya como fotografías lejanas. Si en los últimos meses del 2017 los tambores de guerra entre Corea del Norte y EE.UU parecían sonar con fuerza, en el 2018 y 2019 hubo un deshielo progresivo que ha consolidado, aún más, el régimen de Kim Jong Un. Si Donald Trump pretendía doblegar a Kim Jong Un, este seguirá siendo presidente en el 2021 y aquél primero ya estará retirado y sustituido. 

Kim Jong Un ha configurado durante estos diez años el régimen a sus necesidades; ha reformado la Constitución en cinco ocasiones para adaptarla a su estilo y características, ha aprobado una reforma de los denominados “Diez Principios para un sistema de liderazgo monolítico” en 2013, ha depurado a los dirigentes opositores existentes en el propio régimen y ha mantenido el poder frente a todo y todos;  la Corea del Norte del 2021 se parece poco, en lo político y lo social, a la Corea que heredó de su padre Kim Jong Il, lo que no supone que sea mejor ni peor, pero si ya diferente.  

Una diferencia que debería ser tenida en cuenta por analistas, periodistas y sobre todo, por parte de las cancillerías y gobiernos extranjeros. Demasiados análisis y comentarios se han quedado anclados en el pasado, por comodidad académica o por ausencia de reflexión. 

2º. El 8º Congreso del Partido del Trabajo de Corea. 

El Partido del Trabajo de Corea, absolutamente dominante en la escena política norcoreana, celebrará en enero de 2021 su 8º Congreso, tal como se anunció, por sorpresa, en agosto de 2020. A finales de diciembre no hay fecha fijada pero sería razonable pensar que acontecerá antes del 20 de enero, fecha de toma de posesión de Joe Biden como nuevo Presidente de EE.UU. 

A lo largo de la historia de Corea del Norte, el Partido del Trabajo ha celebrado de manera poco rigurosa –en términos de cadencia temporal- sus Congresos. El 6ª se celebró en 1980 y el 7º durante 2016. Entre 1980 y 1994 –año de la muerte de Kim Il Sung- no se convocó ninguno más y durante el régimen de su hijo Kim Jong Il -1994/2011- tampoco. Kim Jong Un recuperó la “tradición” en 2016 y previsiblemente en enero de 2021 se celebrará el siguiente, recuperando el plazo de cinco años entre uno y el siguiente. 

Habrá que estar atentos, al Congreso y especialmente a lo que suceda en los meses posteriores. No tenemos acceso real a la información interna de los Congresos del Partido del Trabajo, ni los debates anteriores, ni tampoco quienes lo dirigen, que reglas se imponen, quienes ganan y pierden en los “combates” internos ni tampoco podemos extraer conclusiones muy certeras de los discursos que se pronuncian. No obstante, los meses posteriores a enero de 2021 sí que serán significativos, porque aquello que no se ha hecho público en el Congreso se implementará y aplicará en los meses y años posteriores. 

Puede que sea un Congreso de medidas excepcionales; quizá sea un Congreso importante pero sin grandes decisiones. También es posible que sea un Congreso ritual. En todo caso, ninguna decisión que se tome será sorpresiva, todo estará bajo control previo, no acontecerán purgas o habrá descontrol. El 8º Congreso llegará absolutamente pautado y todas las decisiones se tomarán bajo el principio de ninguna disidencia o voto en contra. 

A diciembre de 2021 no se ha indicado las fechas del Congreso; el orden del día es muy marco y los “grandes temas” que podrán tratarse se desconocen.  

Se intuye que se debatirá y adoptarán acuerdos sobre salud –Covid-, sobre economía –casi sin duda- y sobre política interna e internacional. El 8º Congreso será un antes y un después en el régimen de Kim Jong Un. Cinco años después del 7º Congreso, Kim Jong Un se ha quitado de encima a los lastres, cadenas o influencias que podían derivarse de la etapa de su padre. Ha modificado el Partido según su criterio y de la pequeña cúpula que le rodea. Habrá que estar atentos a este acto ritual y a la vez de gran trascendencia en la vida del Partido y del Estado. Sin embargo, no esperemos grandes cambios: no se trata del Congreso de desestalinización de Kruschev de 1956 ni por asomo, sino uno en que Kim Jong Un será el centro total y absoluto del poder o, cuanto menos, así se visualizará hacia el exterior del país y también para consumo interno. 

3º. Corea del Norte y la Administración EEUU de Joe Biden. 

A mediados de diciembre de 2020, Corea del Norte aún nada ha dicho oficialmente sobre la elección de Joe Biden como sustituto de Donald Trump. Muchos analistas indican que Kim Jong Un y la cúpula dirigente se hubieran sentido más cómodos con la reelección de Trump como Presidente y quizá Biden y Harris ha sido una elección no prevista. A mediados de diciembre, Biden no existe en las notas públicas norcoreanas. Quizá las primeras opiniones las tendremos en el mismo 8º Congreso y, con un poco de antelación, en el discurso de Año Nuevo que debería pronunciar Kim Jong Un en la noche del 31 de diciembre de 2020. 

No obstante, no nos parece que ello pueda romper muchos esquemas internos preestablecidos por el régimen norcoreano. A fin de cuentas, Kim Jong Un habrá conocido, entre 2012 y 2021, a tres Administraciones norteamericanas: Obama, Trump y Biden.  

Claro está que Joe Biden, por experiencia, equilibrio y excelente equipo de gobierno, no será el imprevisible Donald Trump que posiblemente con sus visitas y encuentros con Kim Jong Un lo que más logró fue legitimizar al dirigente norcoreano, a cambio de nada. Además, Biden fue ocho vicepresidente con Obama, así que la inexperiencia de Trump se contrapondrá a alguien con largo recorrido.   

Sin embargo, no lo olvidemos: Kim Jong Un ha sido el único presidente de Corea del Norte que se ha entrevista en persona con un presidente de EEUU en el ejercicio de su cargo, lo que no lograron –y quizá no pretendieron o no pudieron- ni su abuelo Kim Il Sung ni su padre Kim Jong Il. Como máximo Kim Il Sung se entrevistó con un ex presidente como Jimmy Carter y Kim Jong Il logró una fotografía con el ex presidente Bill Clinton. Pero con un Presidente en ejercicio, ninguno lo logró salvo Kim Jong Un.  

Muchos triunfos mediáticos en la mano de Kim Jong Un frente a nada logrado por la Administración Trump. Kim Jong Un se legitimó aún más ante su ciudadanía y sigue en el poder; Trump marchará el 20 de enero de malas formas y peor legado. 

No creemos que Corea del Norte sea una cuestión prioritaria en la agenda de la Administración Biden, salvo que desde Pyongyang se quiera enviar un mensaje en forma de lanzamiento de algún cohete o arma nuclear –sin otra finalidad que la de hacer “ruido” para avisar que Corea del Norte está “allí”. Este riesgo existe y en este supuesto, quizá sería el primer punto de la agenda internacional de Biden tras tomar posesión; en caso contrario, si el Norte permanece en silencio, las prioridades de Washington serán otras. 

Tras los cuatro años de Trump, la Secretaria de Estado de EEUU tiene muchos frentes abiertos y muchas heridas o tropiezos que enmendar: Europa, Israel, países árabes, Latinoamerica, China, Rusia, entre otros. Trump se despide agraviando al pueblo saharaui, habiendo traicionando al pueblo kurdo y dejando tras de sí mucho rencor y animadversión hacia EE.UU incluso entre sus aliados. Por supuesto, también deja en la agenda este camino medio hecho que es Corea del Norte.  

Previsiblemente, para 2021, las prioridades de Joe Biden y Kamala Harris serán otras y no pasan por el pequeño país asiático. De entrada, deberán enfrentarse a su propia “guerra” interna: la lucha contra la pandemia que ha matado ya 340 mil norteamericanos.  Sólo si Corea del Norte reactiva su programa militar nuclear, las relaciones entre los dos países deberán ser seguidas de cerca. ¿podemos prever un encuentro entre Joe Biden y Kim Jong Un? Aventuramos –a riesgo de errar- que ello no acontecerá, cuanto menos durante el primer o segundo año de la Administración Biden. ¿Podemos prever una prueba de fuerza norcoreana para poner en tensión a la Administración Biden? Intuimos que sí, aunque es impredecible, dependerá exclusivamente de los intereses de Pyongyang. Más que nunca, además, Corea del Sur estará presente para evitar riesgos y atemperar el ánimo, pues en un nuevo conflicto Seúl sólo puede salir perdiendo. 

4º. La pandemia de la Covid-19 en Corea del Norte. 

Corea del Norte asegura que ningún ciudadano de su país ha fallecido de Covid-19. Casi con toda seguridad ello no es cierto. Sería una “rara avis” en el panorama mundial, aún más teniendo en cuenta el estado de absoluta penuria del sistema sanitario norcoreano, el bloqueo internacional, la dificultad de acceso a medicinas e instrumental médico y la pobreza endémica de las zonas rurales.  

Ahora bien, el carácter de “isla” de Corea del Norte puede haberle beneficiado. Su aislamiento por tierra, mar y aire, decretado en enero de 2020 –quizá el primer Estado del mundo en cerrar su frontera con China- aventuran a que posiblemente pudieron contener males mayores. Con la frontera con Corea del Sur sellada completamente y con apenas frontera con Rusia, sólo queda la frontera china: por allí no accede nadie sin autorización, no hay vuelos regulares en activo desde enero de 2020 y sólo la porosa zona de la China coreana puede ser una fuente de entrada de la pandemia 

Sin embargo, el Covid-19 está presente en la política norcoreana. Los discursos de Kim Jong Un y las decisiones tomadas por el Partido del Trabajo, el Gobierno y las instituciones del Estado acreditan la alarma ante el riesgo. Incluso el Ejército ha intervenido a instancias del Partido.  Algo sucede en Corea y las fronteras siguen cerradas y parece que seguirán así hasta que realmente no haya una victoria sobre la Covid-19 a nivel planetario. Corea del Norte no quiere riesgos y ello supone que posiblemente durante el 2021 acceder al país será casi imposible. Aunque no podemos aventurar que ha sucedido –y sucederá- en el interior del país en cuanto a la Covid-19, sin duda habrá consecuencias en el futuro, en el plano sanitario y la economía. 

5º. La economía norcoreana a los diez años del régimen de Kim Jong Un. 

La economía ha sido el talón de Aquiles de todos los dirigentes de Corea del Norte, desde Kim Il Sung. Algunos académicos destacan que de entre todos los países socialistas en la época soviética y maoísta, la economía norcoreana fue la más desastrosa en funcionamiento e incapacidad de salir adelante. El periodo de Kim Jong Il tuvo periodos de desmoramiento, como la gran hambruna de 1994-2000. El modelo estatalista ha demostrado ser un absoluto desastre para Corea del Norte. 

Kim Jong Un ha intentado con dudoso éxito que la economía funcione. No hay, sin embargo, indicios de una apuesta clara, pública y rigurosa por una apertura económica. El régimen funciona con modos y formas anquilosadas en el pasado y aunque se detecta una “economía informal”, posiblemente la pandemia de 2020 ha hecho retroceder los avances en la mejora de la economía. El punto débil de todo el sistema es que, a día de hoy, ningún Estado con una economía comunista o estatalista ha demostrado funcionar y si acaso hay modelos exitosos, como el de China y Vietnam, es porque, en el ámbito económico, la ideología comunista o pseudocomunista se ha dejado completamente al margen. 

Sin embargo, en esta cuestión, Corea del Norte tiene una enorme dificultad. El cambio de paradigma en la economía se le hace inasumible por razones ideológicas, de estructura del régimen o acaso también por la existencia de una Corea del Sur en auge económico imparable y con el riesgo de que cualquier apertura en el Norte suponga quedar engullida por las empresas surcoreanas. 

Las estadísticas oficiales no sirven y el baile de primeros ministros en un país en donde el Consejo de Ministros es el instrumento de gestión de la economía, parece acreditar que el modelo no funciona y no arranca. Aunque sin duda la calidad de vida ha mejorado –sobre todo en la capital y entre las élites-, la perspectiva es que diez años de régimen de Kim Jong Un permite señalar que sigue siendo, la economía, el agujero negro de la hoja de ruta actual. ¿el 8º Congreso del Partido pondrá las bases para un cambio, siguiendo un modelo parecido al vietnamita o chino, o incluso laosiano? Deberemos esperar, pero aventuramos pesimismo al respecto. Para ello sería preciso una reflexión interna y un cambio tan profundo que quizá pondría en cuestión el propio régimen. Pyongyang está lejos –muy lejos- de las reformas chinas o de la Doi Moi vietnamita. Ni tan siquiera se acerca a un modelo como el de Laos. 

6º. El arma nuclear siempre presente. 

No creemos en absoluto que haya avances sobre el arma nuclear norcoreana en cuanto a la desnuclearización del país. Es más, la Corea del Norte nuclearizada llegó para quedarse. Sería absurdo –por suicida- que el régimen de Pyongyang decidiera desnuclearizarse como hizo en su momento Suráfrica. Corea del Norte reitera que ni Libia, Yugoslavia o Irak hubieran sufrido el colapso militar que padecieron de poseer armas nucleares. Kim Jong Un –y la cúpula dirigente- no tienen interés alguno en seguir el camino de Sadam Hussein. 

Por tanto, el arma nuclear norcoreana va unida ya en el 2021 a la supervivencia de Kim Jong Un, de la élite, del régimen y del Estado mismo. Cuanto antes la comunidad internacional acepte que Corea del Norte posee armas nucleares y no las destruirá, mejor condiciones para negociar y transigir existirán. Será preciso aceptar que Corea del Norte deberá ser tratada al igual que lo es Israel o Pakistán, guste o no guste, y controlar los daños colaterales que supone que este pequeño país con un PIB muy reducido ostente una capacidad nuclear que la convierte en una fortaleza inexpugnable si se quiere acabar con el régimen por la fuerza desde el exterior. Corea del Norte ha incorporado a su ADN la “fortaleza de los débiles” que muchos clásicos de la ciencia política han analizado: el arma nuclear, así como la química y bactereológica, son ejes centrales del programa militar norcoreano. En conclusión: debe aceptar una Corea del Norte con armas nucleares y a partir de allí, limitar los riesgos, negociar y transigir, imponer allí donde se pueda y usar toda la diplomacia –suave y dura- posible frente a Pyongyang. 

7ª. Corea del Norte y Corea del Sur. 

Por supuesto, es un “clásico” que año tras año debe aparecer sobre cualquier vaticinio en cuanto a Corea del Norte. El Norte existe por cuanto hay un Sur y, aunque cueste asumirlo, el Sur existe como tal en cuanto haya un Norte. Kim Jong Un dedicará, como cada año, un parte de su discurso de Año Nuevo a reiterar la voluntad de reunificación con el Sur. Naturalmente, serán palabras vacías. Por no existir, no hay ni Mesa de negociación para una hipotética reunificación. 

En primer lugar, Corea del Sur y su presidente Moon Jae-in deberán reiniciar su diplomacia tras los años de Donald Trump. Llevará tiempo adaptarse a la Administración Biden, pero no será difícil. Corea del Sur cuenta con dirigentes inteligentes y con una vigorosa capacidad diplomática. Es, además, una auténtica potencia económica, con un PIB superior a España o la Federación Rusa.  

EE.UU y Corea del Sur seguirán con su habitual política de alianzas. Sólo deberemos esperar hasta qué punto el elemento militar de la alianza se fortalece o bien se mantiene una calma para evitar una postura más dura de Corea del Norte. En todo caso, el presidente Moon Jae-in ha demostrado un elevado grado de cordura, sensatez, inteligencia y capacidad diplomática.  

Moon es, por sí mismo, una póliza de seguros importante para el año 2021 y aunque desde el Norte se clame periódicamente contra el Sur, el presidente Moon ha logrado un grado de empatía que sus antecesores no tuvieron con Pyongyang. Y EE.UU debe tenerlo en cuenta forzosamente, pues Washington nada puede hacer en Corea del Norte sin el visto bueno de Seúl. 

Por supuesto, en el 2021 se hablará de reunificación, pero será el habitual parloteo que hace décadas sucede. Ni el Norte lo pretende realmente ni el Sur lo persigue. En el plano oficial, se desea una “Corea unida”, en la realidad a nadie le interesa, en Corea y fuera. Quizá el mayor consenso existente es que ningún país de la zona, ni EEUU ni Rusia tampoco, impulsarán la reunificación. Moon Jae-in no es Helmut Kohl y China, Japón, EEUU y Rusia no son la Unión Europea de la década de los 90. Quizás debamos asumir ya que no hay una Corea dividida sino que existen dos Estados coreanos, uno en el Norte y otro en el Sur, con su propio perfil y su dinámica externa e interna. Aunque la comparación es peligrosa puede ayudarnos: ¿acaso alguien se plantea la unificación de Alemania y Austria? ¿acaso no existe una Irlanda del Norte y una República de Irlanda separadas? ¿Moldavia y Rumanía realmente no han asumido que son dos Estados diferentes? 

8ª. El Ejército de Corea del Norte, permanente vigilante de las esencias del régimen y de la familia Kim. 

No hemos de esperar, en principio, ningún cambio en el statu quo del Ejército norcoreano, más allá del arma nuclear, que más que una cuestión militar es una cuestión política y de supervivencia del régimen. 

Pese a que algunos analistas se empeñan a mantener que el Ejército es el eje del Estado norcoreano y que todo pasa por sus manos y que la política “Songun” –“priorización de los asuntos militares”- sigue presente, ello es en gran medida erróneo. Con Kim Jong Un el Ejército ha vuelto a “los cuarteles”, quizá porque ya inició esa vuelta con su padre Kim Jong Il y además sin que haya muestras de disidencia. El Ejército fue “usado” para mantener el régimen en los años 90, con el fin del sistema socialista mundial y el hundimiento de la URSS, pero luego era más un problema que una solución. Un Ejército todopoderoso podría dar un golpe militar o imponer sus reglas y ello ni Kim Jong Il ni su sucesor Kim Jong Un han tenido jamás intención de permitirlo. 

El Ejército está controlado por el Partido del Trabajo y no a la inversa. Es “el Ejército del Partido” y el Partido lo es “del Líder Kim Jong Un”. Incluso la reforma constitucional de 2019 señala que la función del Ejército es defender el Comité Central del Partido con su dirigente Kim Jong Un al frente. Es difícil localizar una expresión tan clara en alguna Constitución comparada de tipo “socialista”. 

Un Ejército “independiente” sería un riesgo no asumible para la clase dirigente de Corea de Norte, pues nada ni nadie se le podría oponer Durante 2021 no veremos ni golpes de estado, ni revueltas palaciegas ni tan siquiera declaraciones de algún general “semirebelde”. No sucedió en el pasado ni sucederá en el futuro.  

Además, es un error pensar que la élite norcoreana no está unida entre sí. Al contrario: la interacción entre miembros del Estado, del Partido y del Ejército es total y muchos dirigentes de nivel medio y alto ostentan a la vez diferentes lazos en algunas de las tres patas del sistema. El modelo norcoreano se basa en un Estado que está en manos del Partido a cuyo servicio tiene el Ejército y en cuyo vértice –de las tres esferas- se sitúa Kim Jong Un y el reducido grupo dirigente de Pyongyang. Además, el Partido nombra a todos los altos cargos militares e incluso se nombran a políticos para ocupar rangos de generales. Es un Ejército con la finalidad de defender el país, pero también al Estado, al Partido y al régimen mismo. 

Del Ejército, por tanto, no debe esperarse sorpresas en el 2021 ni en años consiguientes. “Atado y bien atado”, si acaso tuvo un papel muy significativo con Kim Jong Il, en la actual etapa ha pasado a ser un Ejército al servicio del régimen. No parece, por lo demás, que ello le produzca descontento en tanto en cuanto mantenga su privilegiado statu quo por parte de la más alta cúpula y mientras también los militares en general gocen de prebendas. Son malos tiempos para intentonas golpistas para llevar a Corea del Norte a la democracia o a la reunificación y sí en cambio para poder beneficiarse de las prebendas que ofrece ser una de las instituciones claves del Estado norcoreano. 

9º. Corea del Norte y China. 

Sin duda, el eje más significativo de la política internacional norcoreana pasa por China. El grado de relaciones económicas entre China y Corea del Norte es casi de monopolio y cualquier decisión que se tome en Pekín tiene efectos sobre la economía, la política y las relaciones internacionales de Corea del Norte. 

No obstante, Pyongyang ha sabido navegar entre gigantes o, haciendo bueno el proverbio coreano, es consciente que cuando las ballenas se pelean, se rompe el caparazón de las gambas.  

Corea del Norte es consciente de su posición de “gamba” en el contexto entre China, EEUU, Corea del Sur, Rusia y Japón, pero precisamente por ello, su juego diplomático es aún más hábil: con China de aliada, ha reforzado su relación con la Rusia de Putin, mantiene relaciones y contactos con el Sur y ha expandido su red internacional de diplomacia hasta el punto de mantener reconocimiento diplomático con 167 Estados (2020). China es el principal aliado –y de donde puede provenir un peligro para su futuro-, y a la vez un punto de desencuentro, pues no quiere ser ni “hijo” ni “hermano menor” del Estado chino. 

Corea del Norte no se siente cómoda, en absoluta, con el papel de seguidismo frente a China que en su momento Mao Zedong y Deng Xiaoping le quisieron imponer. Tampoco cuando lo ha intentado Xi Jinping.  

Al contrario, los norcoreanos son profundamente nacionalistas y lo han demostrado desde 1948. Sin embargo, para 2021, es difícil que el statu quo actual se modifique. Pekin tiene otras prioridades más urgentes, en especial la relación con EE.UU, el conflicto en Hong Kong y Taiwan y otros frentes, incluido controlar la pandemia interna del covid-19. Corea del Norte será más o menos importante en función del rumbo nuclear que elija Pyongyang; si Kim Jong Un no agita las aguas y mantiene el actual perfil plano, las relaciones chino-norcoreanas no pasarán por grandes incertidumbres. En tiempos de calma, Corea del Norte cumple su función y aún más cuando el mundo seguirá preocupado por la pandemia de la covid-19. 

10º.- Kim Jong Un. 

Por supuesto, el décimo ítem a tener en cuenta es al formalmente máximo dirigente, Kim Jong Un. Aquí si podemos prever nuevas incertidumbres, posiblemente más bien creadas desde el exterior que en el interior. Kim Jong Un estará siempre en el centro de cualquier noticia con origen en Corea del Norte. 

En torno a Kim Jong Un y algunos otros miembros de la élite, como su hermana Kim Yo Jong, los analistas han elucubrado un sinfín de teorías desde 2012. En el año 2020 ello ha sido de nuevo evidente: la supuesta muerte de Kim Jong Un en abril, el papel incierto de su hermana Kim Yo Jong, la ausencia pública durante meses de su esposa Ri Sol Ju y un largo etcétera que recuerdan las ideas y venidas de una monarquía en las páginas de papel couché, pero generalmente con origen en Occidente. 

Deberemos estar alerta a Kim Jong Un porque es sin duda el tercer dirigente de la saga Kim que alcanzará, en diciembre de 2021 los diez años de máxima dirigencia, al frente del Estado, Partido y Ejército.  

Seguro que se hablará sobre su salud y algunos medios lo “matarán” en diversas ocasiones a lo largo del 2021, deberemos estar atentos a su papel en el Congreso del Partido –absolutamente milimetrado-, los ceses y nombramientos que impulsará, sus relaciones familiares, la función de su hermana y un largo etcétera, en donde la realidad y la ficción se confunden y en donde los norcoreanos mantendrán su habitual mutismo. 

En todo caso, llegados a finales de 2020 no sabemos en qué año nació Kim Jong Un, en qué fecha se casó, si tiene o no descendencia filial, que edad tiene su esposa, cuándo nació su hermana Kim Yo Jong, que ha sido de su hermano mayor Kim Jong Chol o qué papel juega su tía defenestrada Kim Kyong Hui. 

 Una larga secuencia de incógnitas que parecen divertir e interesar a los periodistas internacionales, mientras el régimen sigue su propia hoja de ruta y cuya intriga y oscuridades, posiblemente, están muy bien meditadas, para desviar la atención de lo que realmente interesa a la élite de Pyongyang, la supervivencia del régimen y de ella misma. En la más secreta corte de Pyongyang, la familia Kim esconde completamente su vida y ello, lejos de ser una debilidad, es una gran fortaleza.  

Observatorio 9-B de Estudios norcoreanos. 

26 de diciembre de 2020. 

Observatorio-estudios-norcoreanos@gmx.com 

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